Normalmente sabemos con precisión que nos enoja y, mientras más lo pensamos, más nos enrabiamos. Sin embargo, a veces el “qué” es útil para algo más: usamos la rabia como instrumento, el motivo POR el que nos enojamos nos permite enojarnos
. Entonces esos enojos que se alargan cobran sentido. Inconsciente o no, cumplen un rol.
Por qué querríamos enojarnos? Acá algunas ideas:
– a veces el enojo nos hace ganar poder en una relación. Permanecer enojados nos beneficia respecto del otro.
– a veces sentimos que si permanecemos enojados, tenemos razón. Nos cuesta soltar el enojo porque quizás eso significa que no era para tanto o que invalidamos nuestra propia emoción.
– no queremos sentir pena. A veces usamos la rabia como emoción para disfrazar un sentimiento de pena. Acá se evita la pena porque la sentimos debilitante, porque conectarse con la pena nos da susto o porque no sabemos hacerlo, mientras que la rabia nos moviliza y activa, nos hace sentir empoderados.
– no sabemos calmarnos a nosotros mismos, entonces nos cuesta salir de la rabia. (Acá la función es cumplir un rol reemplazo de otros recursos que no están a la mano).
– a veces nos vinculamos con otros que ya no están con nosotros a través de la rabia porque es el único camino que tenemos habilitado para esa persona. Si no hubiese rabia, cómo nos encontraríamos con el otro? Desde dónde nos vincularíamos?
– estar enojados es la forma en que aprendimos a demostrar que alguien nos hizo daño. En vez de acceder a otros respuestas, la que nos acomoda más es la rabia. En vez de procesar y acercarnos a nuestro dolor, lo dominamos.
La rabia juega un rol por sí sola y es una emoción más que es valiosa, pero cuando la usamos en función de otras cosas, puede ser dañina.