¿Por qué algunos parecen cambiar con más facilidad que otros? ¿Por qué a veces a pesar de estar descontentos con nuestra vida pareciera que no queremos cambiar? ¿Por qué resistimos al cambio?
El asunto es que a veces tenemos muy buenos motivos para no querer cambiar. Si alguien llegara a ofrecernos cambiar de forma rápida, inmediata y sin esfuerzo, tal vez una parte de nosotros se negaría. Esto es lo que llamamos resistencia al resultado. Por otro lado, puede ser que queramos cambiar con todas nuestras ganas, pero no estemos dispuestos a hacer lo necesario para lograrlo. Esto es resistencia al proceso.
Estos dos tipos de resistencia se presentan de manera muy distinta dependiendo del problema que estemos enfrentando. En TEAM-CBT identificamos cómo se manifiestan en 4 tipos de problemas que afectan tu salud mental: depresión, ansiedad, relaciones de pareja / rabia y hábitos / adicciones.
Resistencia al resultado
DEPRESIÓN:
Acarreamos historias de quiénes somos o quiénes creemos que debiéramos ser que interfieren con nuestra felicidad. Por ejemplo, puede ser que creamos que necesitamos un tipo de validación externa para sentirnos felices (riqueza, éxito, amor, popularidad o fama). O que es necesario primero ser perfectos u obtener cierto prestigio para luego poder sentirnos bien. Quizás nos cuesta aceptar nuestros defectos o las circunstancias de nuestra vida, por lo que terminamos deprimidos, avergonzados o sintiéndonos inferiores.
Ahora bien, no es que esté mal querer ciertas cosas, el problema es cambiar el «querer» a «necesitar». Convertir una condición que no tenemos en una exigencia, en vez de una preferencia. Cuando hacemos esto nos enganchamos en una promesa de insatisfacción con nosotros mismos.
Las personas resisten el resultado porque creen que no lo merecen. Puede que estén convencidos de que son realmente inferiores o defectuosos. Puede que sientan que son malas personas y que deben sufrir. También puede que vean de manera muy cruda la realidad -que sí, a veces ES durísima- y hayan interiorizado que los que se sienten felices son tontos e inocentes.
En parte, el perfeccionismo puede hacer que alguien se estanque en la depresión. Si la persona cree que debe «apalearse» para poder lograr cosas, es dudoso que quiera soltar una manera negativa de pensar respecto de sí misma. Por otro lado, algunos se sienten cómodos en el rol de víctima y de tenerse autocompasión.
ANSIEDAD:
Nos aferramos a la ansiedad porque nos hemos convencido de que es el precio a pagar para estar seguros y protegidos (pensamiento mágico), para motivarnos y no volvernos complacientes (el costo a pagar para lograr cosas) o para no tener que hacernos cargo de lo que gatilla nuestra ansiedad (fobia al conflicto o a la rabia).
Por ejemplo, María se siente muy ansiosa cuando piensa en sus hijos. Se imagina todo lo que puede salir mal con ellos, los accidentes que podrían tener, los sufrimientos de los no podría protegerlos. Se preocupa, y mucho. Pero esta preocupación le hace sentir que al menos está «haciendo algo» por ellos, que de alguna forma, los está protegiendo. Puede ser que ella considere que preocuparse por los otros es lo mismo que amarlos, y que crea que ser una buena mamá significa andar preocupada por la vida. Por eso, puede ser que la idea de dejar de preocuparse le haga pensar que algo malo les pasará.
En otro caso, a Andrés, que es un super buen estudiante, los exámenes lo ponen mal. No logra dormir, se estresa, no puede ni concentrarse ni estudiar tanto como le gustaría porque está demasiado ansioso. El quiere que le vaya bien, por lo que se pone extremadamente ansioso en periodo de exámenes. Pero si le preguntas, probablemente su ansiedad es algo que lo empuja a rendir, a motivarse, a estudiar. Y quizás piensa que, si no estuviese tan preocupado de sus estudios, no le iría tan bien. Por lo tanto, librarse de su ansiedad puede ser contraproducente para él.
PROBLEMAS RELACIONALES:
¿Queremos realmente acercarnos a la persona con la que tenemos un conflicto? Puede ser que no. (Y ojo: a veces lo más sabio es NO acercarse).
Quizás estamos convencidos de que el otro merece nuestro desprecio. Puede que nos sintamos poderosos cuando actuamos desde la rabia, que queramos controlar al otro. O quizás nos sentimos superiores respecto de él y preferimos quejarnos en vez de solucionar las cosas. Puede que nos guste el rol de víctima o que obtengamos cierto placer al herir al otro.
HÁBITOS Y ADICCIONES:
Si nuestra fuente primordial de placer es un hábito o adicción, es difícil que estemos dispuestos a soltarlo. A veces nos cuesta ver incluso que es un problema, o creemos que merecemos «premiarnos» con él, o nos decimos que no tenemos por qué cambiar. Otras veces, es una forma de escapar de enfrentar el problema real.
Alguien con un problema de consumo de alcohol puede tener múltiples consecuencias en su vida como para considerar dejar de tomar. Pero puede ser también que esa cerveza fría al final del día se su manera de premiarse y sentirse reconfortado.
O en el caso de la procrastinación, el hecho de vivir aplazando cosas trae consecuencias negativas, pero el proceso de procrastinar es agradable. Decides evitar algo que te parece una lata y hacer otra cosa en cambio.
Resistencia al proceso
DEPRESIÓN
La desesperanza, una consecuencia y componente de la depresión, puede generar un convencimiento de que nada va a cambiar. Ante esa expectativa, ¿para qué siquiera intentarlo?
Por otro lado, puede que seas de los que espera estar motivado para decidirte a hacer las tareas entre sesiones (parálisis motivacional). O que te sientas sobrepasado por tener tantas cosas que hacer. Sin embargo, eso es entender el problema al revés: a veces es necesario hacer para motivarse. Y hay que crear el tiempo para encontrarlo.
Algunos piensan que no tendrían por qué esforzarse para recuperarse.
A otros -especialmente a los adolescentes- les cuesta responder a peticiones de una «figura de autoridad», como un psicólogo, por lo que se termina dando una lucha de poder.
Hay gente para la que la sola idea de hacer «tareas» es poco atractiva, ya que lo asocian a malos recuerdos del colegio o la universidad.
Por último, hay personas que tienen una visión pasiva de la terapia. Piensan que con solo asistir a las sesiones, hablar de sus problemas y explorar su pasado es suficiente. Por lo que cuando se les propone pasar a la etapa de la acción, se resisten.
ANSIEDAD
Toda terapia efectiva que aborde la ansiedad debe incluir una parte de exposición. Es decir, el paciente en algún momento tendrá que enfrentar sus peores miedos para superar su ansiedad. Ese momento nunca es agradable, así que muchos se resisten. El problema es que entonces vuelven a entrar al ciclo de evitación que alimenta su ansiedad.
PROBLEMAS RELACIONALES / RABIA
Si estás convencido de que tú tienes razón y el otro no, o de que el otro tiene la culpa, entonces ir a terapia será un desperdicio. Cuando vamos a terapia vamos para cambiar nosotros, no para intentar cambiar al resto. Entonces, aparece la resistencia: ¿por qué debería cambiar yo si es el otro el que está mal?
Otro aspecto que ahonda la resistencia es el propio orgullo: puede que no toleremos reconocer nuestro propio rol en el problema. También puede ser que creamos que merecemos un mejor trato y que por lo tanto no deberíamos esforzarnos por mejorar nuestra relación.
En algunos casos puede que tengamos miedo a acercarnos al otro porque sentimos que si lo hacemos algo malo pasará (en ocasiones esto es REAL y el camino más seguro es mantener la distancia).
Puede que también veamos al otro como un caso perdido, y por lo tanto, ni siquiera quereamos intentar acercarnos a él.
HÁBITOS Y ADICCIONES
Si queremos cambiar nuestros hábitos y adicciones, tendremos que renunciar a ellos. Eso significa que habrá privación de algo que hasta ahora nos traía placer o que estábamos acostumbrados a hacer. No suena muy agradable, ¿cierto? Así que es lógico que haya resistencia.
Algunas personas han intentado múltiples veces cambiar y han fallado una y otra vez. Con esta experiencia a cuestas, la idea de volver a intentarlo y desilusionarse una vez más es poco tentadora.
Cómo liquidamos la resistencia
La terapia cognitiva conductual ofrece muchas técnicas para cambiar. Esto es bueno, porque todos somos distintos y a veces lo que funciona súper con un paciente no funciona con otro. Si tengo más alternativas para probar contigo, ¡mejor! Significa que no tendré que aferrarme a un solo método, que puedo permitirme soltar rápido lo que no funciona y pasar al otro. Esto es lo «fallar lo más rápido posible». Si fallamos rápido, estaremos más cerca de encontrar el método que sí te sirva.
Sin embargo, si me acelero en ofrecerte soluciones y «salvarte», sin antes haber traído a la conciencia tus resistencias, entonces la terapia se transformará en un esfuerzo continuo donde ambos remaremos para lados opuestos. Yo trataré de convencerte de que hagas lo que creo que debes hacer…y tú te aferrarás a las cosas tal como están o resistirás el proceso. La terapia se volverá infructuosa y frustrante para los dos, y pensarás que no sirvió de nada.
Y tendrás razón. Por eso es TAN importante dedicarle tiempo en la terapia a la resistencia. Porque si diluimos la resistencia, los dos trabajaremos a la par, como un equipo, en vez de como adversarios. Mi trabajo, entonces, no es perseguirte ni convencerte de cambiar. Anticiparemos tu resistencia y veremos los buenos motivos por los que ella existe. Nos amigaremos con tu resistencia, en vez de ignorarla o despreciarla. Y finalmente, serás tú quien demuestre que estás listo para hacer el trabajo. Trabajaremos a tu ritmo, con una estructura para asegurar que el cambio suceda.